Una bala en la cabeza, nueva película como actor de Sylvester Stallone, supone el regreso al ruedo cinematográfico de su director, Walter Hill, después de 10 años de silencio. Conocido también como productor de la saga Alien, en los 70 y primeros 80 renovó el cine de acción y, sobre todo, el western, siguiendo bases ya asentadas por cineastas como Robert Aldrich o Sam Peckinpah. Repasemos algunos de sus más destacados trabajos:

- Driver, 1978: Ryan O'Neal es un lacónico conductor especialista en huidas de robos que se vende al mejor postor, y Bruce Dern el detective que le pisa los talones. Persecuciones por doquier en un antecedente claro de la reciente Drive.

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- Los amos de la noche, 1979: los Warriors han de cruzar New York en una noche y demostrar su inocencia en un crimen mientras son perseguidos por toda clase de tribus urbanas. Los italianos sacaron buena tajada de esta y de 1997, rescate en Nueva York e inundaron el mercado de refritos a cual más casposo.

- Forajidos de leyenda, 1980: varios grupos de hermanos (Keach, Carradine, Quaid, Guest) en una gran decisión de casting para contar los últimos días de Jesse James y su banda. Cámaras lentas y homenajes a Peckinpah a tutiplén.

- La presa, 1981: durante un ejercicio, un escuadrón de la Guardia Nacional se ve atacado por un grupo de lugareños en una mezcla del Deliverance de John Boorman y las películas sobre Vietnam que comenzaban a llenar las pantallas, y sin escatimar en sangre y violencia.

- Límite: 48 horas, 1982: la película que dio carta de naturaleza al subgénero de las buddy movies donde cineastas como Richard Donner o John Badham, o guionistas como Shane Black, se movieron como pez en el agua. Eddie Murphy aún parecía que podría ser un tipo simpático…

- Calles de fuego, 1984: una trama mínima en un escenario con reminiscencias de la citada 1997, rescate en Nueva York, con Willem Dafoe como carismático villano y estupendas canciones. El estilo violento de Hill comienza a difuminarse.

- Traición sin límite, 1987: neo western fronterizo con capos de la droga en lugar de malvados terratenientes, con la amistad traicionada como eje central (bien reflejada en el “sutil” título español), como en buena parte de su filmografía. El espíritu de Peckinpah campa a sus anchas.

- El tiempo de los intrusos, 1992: bomberos tarugos y avariciosos contra bandas locales, en un cóctel frenético con regusto al buen cine de acción ochentero. Guión de la pareja Bob Gale/Robert Zemeckis (Regreso al futuro) que se deja notar, sobre todo, en el retrato de estos antihéroes.

- El último hombre, 1996: Bruce Willis juega a dos bandas (o con dos bandas, más bien) en este polvoriento noir fronterizo. Remake de Yojimbo (y Por un puñado de dólares) ambientado en la ley seca, este western con ametralladoras Thompson en lugar de fusiles Winchester es uno de sus trabajos más sólidos.

- Deadwood, 2004: Hill dirige el episodio piloto de una de las grandes series de HBO, volviendo por la puerta grande al oeste descarnado al que nos tenía acostumbrados. Un sheriff que no quiere serlo y uno de los villanos más complejos que se han visto en la pequeña (y gran) pantalla en los últimos años (Ian McShane interpretando a Al Swearengen). Una serie imprescindible.

Los personajes torturados, indisciplinados, desubicados, son una constante en su cine; seres que viven en una peligrosa línea que en cualquier momento pueden cruzar. Veremos cómo se resuelve esta Una bala en la cabeza después de sus últimos fracasos y de los batacazos económicos o críticos de las recientes cintas de los héroes de acción de antaño.